CUÁLES SON LAS CLAVES EN LAS ETIQUETAS DE UN ALIMENTO PROCESADO

Hablar sobre el etiquetado de los alimentos da mucho juego. Y si no, que se lo digan a Isaac González, nutricionista de Stillness Espai de Salut, que respondió a numerosas preguntas sobre el tema durante la charla que ofreció hace unos días en nuestro centro, intentando ofrecer a los asistentes las claves para realizar una compra “inteligente y saludable”.

“En el etiquetado nutricional influyen distintos agentes sociales”, afirmó en una sala a rebosar en la que comentó que dichos agentes son de varios tipos: aquellos que dan la información adecuada en base a criterios de seguridad alimentaria, económica, social, ética o medioambiental y que están regulados por distintos organismos como el Consejo de la Unión Europea o la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria y aquellos que se sitúan “en el lado opuesto”, es decir, las empresas que suelen presionar a los legisladores para obtener sus propios beneficios, los “lobbies”, como pueden ser el Centro de Información de Bebidas Refrescantes o el Instituto del Vino, que “financian estudios científicos para favorecer a sus productos”.

LOS ESPAÑOLES…¿NOS ALIMENTAMOS BIEN?

Independientemente de los intereses creados que pueden perjudicar o beneficiar al usuario, la pregunta principal que todos nos planteamos durante la charla fue si en nuestro país nos alimentamos bien.

Los datos abruman y es que entre los años 1987 y 2017, España ha conseguido el triste privilegio de convertirse en el 2º país en Europa en cuanto a índices de obesidad, “absolutamente alarmantes”. Todo aquello que conlleva la obesidad (problemas de diabetes tipo 2, hipertensión, colesterol, etc..) nos hace plantearnos si la solución está en cambiar, entre otras cosas, nuestros hábitos alimenticios.
Si esto es así, ¿qué es lo que ha pasado con nuestra afamada dieta mediterránea?. Simplemente, que la hemos ido dejando un poquito de lado porque cada vez somos más consumidores de alimentos procesados, “ultra procesados”, demostrándose que existe una clara y directa relación con la obesidad.

Isaac González citó ejemplos como los que se presentan en los productos envasados que contienen “muchísima” información nutricional, como los destinados para el bebé o el niño, “reclamo indiscutible” y ofrecidos con “valor añadido”. Pero en estos y por extensión, en todos los alimentos, deberíamos tener en cuenta informaciones como la cantidad de azúcar (con sus múltiples nombres) y sal que presentan, alérgenos, país de origen, qué tipo de grasa contiene y su fuente o el valor energético, entre otras muchas más.

EL TRUCO: FIJARSE EN LOS PRIMEROS INGREDIENTES DEL ETIQUETADO

Al final, podemos llegar a la conclusión de que cualquier “característica” que se ofrezca en un producto siempre la encontraremos en uno básico. Los plátanos, las nueces, el tomate o el pan tienen B6, por ejemplo. Un solo plato de garbanzos sin ir más lejos, presenta una serie de propiedades que cumple con creces nuestras necesidades básicas en una comida saludable porque tiene bajo contenido en sal, es fuente de calcio, contribuye a la mejora del tránsito intestinal, contiene sobre todo fósforo, hierro y magnesio y es especialmente rico en vitaminas B1, B6 y ácido fólico, no tiene azúcares añadidos…

Pero las etiquetas de los alimentos procesados siempre están ahí, en el comercio, llamando nuestra atención. Tendrán información opcional, es decir, la que el fabricante decida incluir o no. Y es legítimo porque así lo permite la legislación actual. Por otro lado, presentarán las llamadas declaraciones nutricionales, siempre ciertas y entre las cuales destacamos esas fantásticas expresiones de “sin azúcares añadidos”, “sin aditivos”, “bajo en sal”, etc. y que estarán, o no, junto con las declaraciones de salud, también permitidas.

 

También veremos toda información “no regulada” por ley, aquella que apela a nuestros sentimientos, que nos recuerda que las galletas que tenemos en nuestras manos ya llevan varias generaciones entre nosotros, que el compromiso que tienen con el consumidor es para siempre o que su nuevo envase apela a la corriente ecológica de la empresa familiar y a los nuevos tiempos, por ejemplo.
Y, en todo etiquetado que se precie, no podemos olvidarnos de los “aditivos”, uno de los “males menores” de los productos ultra procesados, en palabras del nutricionista de Stillness Espai de Salut. Existen más de 400 aditivos y 27 funciones diferentes para ellos, clasificados en función de si se pretende con ellos mejorar el aspecto, la textura, el sabor, evitar riesgos toxicológicos, etc… del alimento en sí. El lado positivo de los aditivos empleados en la Unión Europea es que son seguros respecto a las cantidades utilizadas (analizados por la Agencia de Seguridad Alimentaria) y deben ser calificados como “necesarios” en los alimentos en los que se utilizan para, entre otras cosas, no llevar al engaño al consumidor.

Con todo, la conclusión en el tema del etiquetado de los alimentos ultra procesados es que quizás, la mejor opción sea tener en cuenta los tres primeros ingredientes, saber distinguir entre seguridad y salud y, por supuesto, no obsesionarse con la parte trasera del envoltorio, después de esta lectura……